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Algunas páginas de Roberto Bolaño

17 marzo 2010

Estuve releyendo anoche Los detectives salvajes, en particular los episodios que refieren la relación entre Piel Divina y Luis Sebastián Rosado. No exclusivamente. Había olvidado la notable presencia del humor en esas páginas, en varias de la novela. Anoche me carcajeaba en mi recámara. Será que estoy de buen talante estos días, pese a la falta del sol, que me fastidia un poco. Reviso la primera hoja de mi maltratado ejemplar: Herblay, 9 mars 2006.

También en Francia estaba nublado en aquellas fechas, tanto que yo las pasé en una permanente amargura -o en depresión, se parecían mucho entonces. Antes incluso me recuerdo en Malahide leyendo muerto de frío estas mismas páginas, harto más fascinantes que aquel mustio castillo irlandés: vinieron a decirme que cerrarían pronto, no me di cuenta, o no quise darme cuenta, de cómo se me fueron las horas en la cafetería.

Naturalmente, anoche noté cuánto había olvidado de la novela, pero también cuánto recordaba del episodio a que me he referido, acaso el más bello. Sé que suena raro adjetivar así a Bolaño, pero esta vez me parece lo más preciso. Una soterrada belleza en un acto marcado por la ternura, el desdén, el ardor y lo grotesco. En alguna página Luis Sebastián Rosado le pregunta a Piel Divina si alguna vez ha matado a alguien -una pregunta necia, la de alguien que se halla al borde de la certidumbre, la de quien teme saber. Es uno de los momentos que siempre he recordado con mayor claridad de la obra, y quizá el que más. Curiosamente, sólo uno de mis amigos ha sido capaz de convocar las circunstancias en que es formulada esa pregunta, y lo que ocurre tras ella. A veces me han dado ganas de realizar una encuesta a propósito de ese episodio, cuya respuesta establecería -o sólo confirmaría, no exageremos- una cierta clasificación entre los seres, por los caprichos de su atención.

Pero a veces resultan ociosas, y a veces odiosas, las taxonomías. «¿Por qué tienen que gustarme los peores? ¿Por qué tienen que atraerme los más atrabiliarios, los menos educados, los más desesperados?», se pregunta Luis Sebastián un par de veces al año. Pienso que es una pregunta de validez casi universal, y aun universal.