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Celebrar los pactos: 80 años de Vicente Rojo

29 diciembre 2013

Tal vez el signo que mejor defina la extensa trayectoria de Vicente Rojo sea la amistad. Si la amistad es reconocimiento, generosidad e imaginación, su obra nos ofrece, en sus intereses varios, una constante entrega de pureza en que, sobre todo en su vertiente gráfica, nos reconoce como sus iguales, nos regala logros visuales de la más alta exigencia: un ejercicio de la sinceridad y del rigor.

El volumen 80 Vicente Rojo responde a ese ánimo. La bella edición, cuidada por los hijos del artista, Vicente y Aura Rojo Cama, y por Rafael López Castro, acopia las obras de la exposición homónima, celebrada entre el 12 de mayo y el 10 de junio de 2012 pasados en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, justamente como homenaje a los 80 años de vida de Rojo: la exposición partió de allí hacia otra una casa afín, la UAM-Azcapotzalco, primera de una serie de paradas que la harán visible en el territorio nacional.

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Diálogo inexcusable, esa exposición y este catálogo han resultado un atinado obsequio, si confluyen en ellos la imagen y la palabra, casi por igual sustanciales a la labor de Rojo: más de 140 carteles alusivos al aniversario, creados por artistas plásticos de diversas generaciones –estudiantes, amigos, colaboradores- cohabitan con textos testimoniales de autores cercanos a Rojo. En ambos territorios destacan varios nombres significativos de nuestro horizonte: Manuel Felguérez, Francisco Toledo, José Luis Cuevas, Rius; Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Elena Poniatowska.

La lista es profusa pero su profusión no es un accidente. Después de todo, la actividad de Rojo ha marcado la vida cultural, plástica y editorial de México, y forzosamente sus líneas tocan el decurso de otros creadores: una actividad tan fértil que pareciera poseer el don de la ubicuidad.

Vicente

Nacido en Barcelona en 1932, Vicente Rojo se integra a nuestra historia plástica casi en el mediodía del siglo, en 1949: deja tras de sí una península poco favorable al arte y, sobre todo, a una familia de republicanos. Comienza al poco tiempo a realizar estudios en La Esmeralda y –en un encuentro fundamental- conoce a otra figura decisiva para la renovación de la gráfica en México, Miguel Prieto, hijo por igual del exilio español. Rojo le asiste en la Oficina de Ediciones del INBA y le acompaña en el ya legendario suplemento México en la Cultura, entonces publicación esencial de la vanguardia crítica, dirigida por Fernando Benítez. Recordará a Prieto como un “maestro ejemplar”, que atendía por igual la sencillez y la elegancia, el libro de gran formato y la invitación a un evento, y así “practicaba una especie de democracia cultural”: primera e inolvidable lección que Vicente ha de agradecerle.

En 1953, apenas a los veintiún años, ha de sucederle en funciones; ya antes había realizado el diseño de la revista del Frente Nacional de Artes Plásticas, simiente de Artes de México, de la que será director artístico hasta 1964. Son éstos, pues, los primeros cargos y publicaciones que llevarán marcado el decisivo signo de su estilo: los primeros de una larga cadena que comprende el diseño gráfico en la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM (1954-1956), la dirección artística de la Imprenta Madero (1962-1984) y de las publicaciones La Cultura en México (1962-1976), la Revista de la Universidad de México (1966) y, desde luego, su actividad en Ediciones Era, de la que es cofundador, miembro del consejo editorial y director artístico desde 1960. También a Rojo debemos el diseño gráfico de publicaciones tan relevantes como Diálogos, Plural, Artes Visuales, México en el Arte y el diario La Jornada, entre otros varios proyectos.

Viva Rojo

Desde luego, esta abundancia se explica por un temperamento muy preciso, del que nos hablan sus allegados y el propio Vicente en sus testimonios, y del que nos habla sobre todo su rigurosa obra: un creador tímido, discreto, niño aún en su curiosidad y humildad –que son las fuentes más copiosas de la renovación, el aprendizaje y, claro, la eterna juventud-; adulto en su constancia, su calidad y su profesionalismo; hombre, al fin, en su benevolencia. Hombre “obseso”, como lo señaló en su día Paul Westheim: “dominado por la necesidad de fijar las visiones plásticas que alientan su imaginación y piden volverse forma artística”; “de una rectitud sólo comprometida con su moral artística”, como lo describiera Rulfo, y a lo que Fuentes añadió: “hombre de una extraordinaria sensibilidad”. Más difícil nos resulta su propio, encantador juicio sobre sí: “vanidoso, pero muy discreto. Aspiro a que mi vanidad no se note”.

Un afecto singular merece, naturalmente, su labor editorial en Imprenta Madero, la Colección Popular del FCE, Joaquín Mortiz y Era: el afecto del creador que manifiesta, con elegancia y sencillez –no puedo hallar fórmula más exacta- un genuino amor por el libro, y por el cual es posible la feliz convivencia del texto y el diseño; el afecto del lector que estima por igual la forma y el fondo, y no puede ya –consentido por la riqueza de una cultura visual en gran medida insuflada por Rojo- deponer su exigencia frente al objeto que es así doble fuente del placer y la inteligencia. Pues Vicente Rojo es un educador, en la acepción más vasta del vocablo: un formador del gusto, que nos ha vuelto más atentos a la imagen –al sentido que la imagen detenta en su sola armonía.

Vicente Rojo, "México bajo la lluvia"

Llama la atención en el proyecto 80 Vicente Rojo la abundancia de materiales provenientes del diseño gráfico y, en menor medida, la ilustración, la caricatura y la fotografía frente a la escasez de la pintura y la escultura. Rojo es, lo sabemos, un artista plástico completo y a él debemos algunas de las series más bellas de nuestro arte abstracto: Señales, Negaciones, Recuerdos, Escenarios, Escrituras. Subrayo: series. En ellas un signo se repite, convulsa, obsesivamente, hasta saciar el sentido que las obras –y sólo las obras- poseen. Repulsa al significado, permanencia del sentido en la pintura sólo en tanto que pintura: síntesis por la materia. “No hay formulación de juicios, sino articulación de una forma pictórica perfecta y pura: una forma pictórica que figura no un conjunto de formas aisladas o en sí, sino la relación posible y necesaria que existe entre ellas en la mente”, nos explicaba Salvador Elizondo.

Llama la atención, decía, tal escasez en el libro, que resulta difícil atribuir sólo al esfuerzo del caballete. Me pregunto si en el panorama de nuestras artes visuales el diseñador gráfico se ha percibido como más relevante que el pintor. Si la ubicuidad de su obra gráfica ha relegado a su pincel a un segundo plano. Si a la postre… pero son éstas torpes interrogaciones, que al tiempo pertenecen, y tal vez a públicos disímiles.

Toledo

Llama la atención, también, la fructífera enseñanza de Rojo. Sencillez y elegancia, otra vez, colman el volumen: el hipnótico, casi sensual, uso de la geometría; el aliento del color; el atinado uso de formas elementales en composiciones que alcanzan a ratos la excelencia. Varios motivos de su obra –gatos, tijeras, lluvia, lápices- resultan aquí renovados. Cierto que a veces la sencillez del maestro deviene simpleza en el alumno. Son excepciones: ha perdurado el afán por la exigencia. Cierto también que el constante uso del rojo toca por ratos la tautología: es un mal necesario. El volumen resulta aún un festín a la vista.

No será muy arriesgado llamar a Vicente Rojo la figura más relevante de la gráfica mexicana de la segunda mitad del siglo XX. Pocos como él han comprendido que la taza del café matutino, el libro en nuestras manos, el cartel en el metro, esos objetos son también nuestra vida. Y él, como lo prueba con creces este homenaje, ha dado a ella elementos favorables. 80 Vicente Rojo sella así un pacto de amistad, el de Vicente con la vida, el de nosotros con su obra. Pues por la belleza, por el orden, por la creación, el mundo también se vuelve más amistoso: más imaginable, más generoso, más reconocible.

*80 Vicente Rojo. Catálogo de la Exposición. México. CONACULTA, Era, FCE, UAM, UANL, UNAM: 2012. 157 pp.

80 Vicente Rojo - Portada

Texto publicado originalmente en la sección ‘Francotiradores’ del número 61 de la revista Casa del Tiempo, de la Universidad Autónoma Metropolitana. Noviembre de 2012. Disponible en PDF.